Siempre existe controversia acerca de los mitos y verdades sobre la reflexología del pie. Teniendo en cuenta que es una terapia no científica, pues tiene su base en la medicina no alopática (término acuñado por el fundador de la homeopatía, Samuel Hahnemann en 1841, en referencia a la medicina galénica predominante en su época que según él empleaba medicamentos sin relación patológica con la enfermedad, ni semejante ni opuesta), muchos usuarios la practican. A continuación expondremos las principales cuestiones probadas y no probadas sobre este arte del masaje en el pie.
1. Orígenes y teoría
La reflexología podal proviene de la medicina china, donde a la relación entre cuerpo y alma (energía) se le da mucha más importancia que en la medicina occidental, pero que por desgracia, no tiene base demostrable. Es considerada como una rama de la acupuntura, que busca equilibrar la energía vital o Qi de la persona a lo largo de sus canales de energía o meridianos.
Por hacer un pequeño resumen, se basa en la segmentación del pie en áreas o zonas de reflejo corporal, donde cada parte del pie correspondería a un órgano o zona del cuerpo, y mediante el masaje directo sobre estas zonas del pie, se produciría un efecto en dicho órgano espejo.
2. Efectos probados y no probados
Desde el punto de vista científico (aquello demostrable-medible- con hechos), no existen evidencias que apoyen esta teoría. Es decir, no hay ningún canal neuronal, sanguíneo, bioquímico o metabólico, que relacione la presión de ningún punto del pie con efecto en ningún otro punto lejano del pie.
Es obvio que cuando nos masajean el pie, se producirá un efecto relajante local en la propia musculatura del pie, lo que conllevaría una relajación global del paciente si las condiciones ambientales acompañan. También es obvio que este efecto de relajación producirá la liberación de una serie de sustancias endorfínicas en nuestro torrente sanguíneo que tendrán reflejo en todas las partes de nuestro cuerpo. Pero hasta el momento, este es el único efecto terapéutico de relajación que se puede asociar a la reflexología, pues no existen pruebas tangibles de que masajeando el borde externo del talón, por ejemplo, se puede excitar sexualmente a ningún paciente, a menos que las condiciones ambientales y del terapeuta acompañen, en cuyo caso, el poder total lo tendría la mente (y no el pie).