El aceite de palma es un aceite de origen vegetal que se obtiene del fruto de una especie de palma muy fructífera originaria de África que crece rápidamente y que puede llegar a alcanzar más de 100 años y los 40 metros de altura. Los frutos de esta palma, parecidos a la almendra, permanecen agrupados en drupas recubiertas por un tejido ceroso pero es de la pulpa prensada de la que se obtiene el aceite.
Este híbrido entre grasa y aceite está compuesto por ácido oleíco, ácidos grasos monoinsaturados y, sobre todo, ácidos grasos saturados, principalmente ácido palmítico y ácido esteárico, que son los que se han convertido en el principal reclamo de la industria y la razón por lo que, junto al aceite de soja, el aceite de palma se ha convertido en el aceite más empleado del mundo en la alimentación, así como en la industria cosmética, la de la limpieza o la decoración. Sin embargo, esto no significa que sea la opción más saludable, sino más bien todo lo contrario además de la agresividad que su cultivo supone para el medio ambiente.
Su utilización más extendida es en la industria alimentaria directamente como aceite para freír o aliñar o como ingrediente de muchos otros productos como la bollería industrial, coberturas y cremas, helados, las margarinas y otros productos de untar, natillas, platos precocinados y todo tipo de aperitivos y chips salados.
Aunque el aceite de palma crudo es una fuente importante de Vitamina A y E, las consecuencias para la salud de su consumo son tremendamente agresivas por su alto contenido en grasas saturadas y constituye un factor de riesgo cardiovascular porque no sólo aumentan el nivel de LDL (colesterol malo) en sangre sino que, además, disminuyen el HDL (colesterol bueno) provocando un taponamiento de las arterias que se podría evitar eliminando el aceite de palma y sus derivados de la alimentación habitual.
Por otro lado, un estudio publicado en la revista Nature deja patente la relación directa entre el consumo de aceite de palma con la metástasis del cáncer. Según este estudio, realizado por Salvador Aznar-Benitah, profesor de investigación ICREA del Institut de Recerca Biomèdica de Barcelona y su equipo, los ácidos grasos tienen un importante efecto potenciador en la diseminación de un cáncer a través de la metástasis.
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