Todo lo que comemos afecta a nuestro cerebro por lo que una alimentación equilibrada le aportará los nutrientes para su correcto funcionamiento. De igual manera hay alimentos que pueden provocarle daños e impedir que las células cerebrales absorban los nutrientes o los transporten a las células, lo que puede hacer que las neuronas no funcionen bien o, incluso, si el daño persiste su destrucción, con los consiguientes daños psicológicos.
1. Alcohol y nicotina
Aunque no son alimentos propiamente dichos, su alto consumo hace obligatorio mencionarlos en este listado ya que sus efectos dañinos en el cerebro, y en todo el organismo, son demoledores. La nicotina es la culpable de que el oxígeno y la glucosa no lleguen a las neuronas y el alcohol produce daños en la memoria y reduce la capacidad ejecutiva.
2. Grasas trans
Las grasas trans se acumulan en las paredes de las arterias y las obstruyen, también las del cerebro, y generan gran cantidad de radicales libres, responsables de la muerte de las neuronas.
Este tipo de grasas, presentes en los alimentos procesados, la comida rápida, los fritos y ese tipo de comida, ralentiza la respuesta cerebral y aumenta el riesgo de derrame cerebral, además están relacionadas con el Alzheimer ya que, como revela un estudio publicado en la revista Neurology produce la contracción del cerebro. En el caso de los fritos, Una vez fritos, los alimentos destruyen lentamente las células nerviosas del cerebro, deteriorando nuestra capacidad para aprender y para formar nuevos recuerdos.
Además, la comida rápida, inhibe la producción de dopamina, la hormona responsable de la felicidad en el cerebro aunque también es un controlador de la memoria por lo que la escasez de esta hormona en el cerebro puede estar relacionada con la enfermedad de Parkinson, además de los problemas cardiovasculares y de sobrepeso que genera. Las grasas trans tienen un alto poder adictivo, lo que produce un estado similar al síndrome de abstinencia que lleva a ansiedad y depresión.
3. Sal
Es de sobra conocido que el exceso del consumo de sal aumenta la presión arterial, lo que puede repercutir en los capilares del cerebro, que se rompen con las subidas de tensión, creando coágulos cerebrales que matan las neuronas. Los efectos pasan por la pérdida de memoria hasta la demencia como revela un estudio publicado en Nature.
4. Azúcares
Además de producir problemas cardiovasculares y sobrepeso, el consumo excesivo a largo plazo de productos azucarados genera dificultad a la hora retener información, disminuye la capacidad de aprendizaje y otros problemas neurológicos ya que se interrumpe la la absorción de proteínas por parte del cerebro, según se desprende de un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La ingesta de azúcar produce descargas de energía en el cerebro y el cuerpo libera grandes dosis de insulina para procesar esa gran cantidad de azúcar, lo que produce una caída del azúcar en sangre y el cerebro se queda sin su principal fuente de energía para funcionar correctamente. Estas subidas y caídas de insulina provocan daños en las células, incluso su destrucción.
5. Edulcorantes artificiales
Si el azúcar es malo para el cerebro, los edulcorantes artificiales no podían ser menos a la hora de generar daños cerebrales y problemas con la capacidad cognitiva así como en la memoria ya que las altas cantidades de fructosa que contienen disminuyen la función cerebral.
6. Glutamato monosódico
Este potenciador del sabor presente en multitud de alimentos procesados y la comida asiática produce una sobreexcitación de las neuronas hasta el punto de generar daños cerebrales. Según se ha podido observar inyectando Glutamato sódico (GMS) en ratones de laboratorio, las células nerviosas del cerebro se veían afectadas por enfermedades como la de Huntington o Alzheimer.
Obviamente todos consumimos alguna vez estos alimentos, lo que no significa que se vaya a producir el daño de forma inmediata e irreparable, pero si su ingesta es permanente y se prolonga en el tiempo sus efectos sí pueden muy dañinos. Sin embargo, los más aconsejable es evitarlos y eliminarlos de nuestra alimentación y sustituirlos por otros alimentos que sin sal, azúcares y edulcorantes artificiales, grasas trans ni tan procesados como las semillas de chía, los arándanos, el pescado, los frutos secos, las espinacas, la calabaza, el brócoli, el aceite de oliva, el cacao, el aguacate, los tomates y, por supuesto, beber dos litros y medio de agua al día.